En general, las personas tendemos a afrontar fácilmente las situaciones socialmente ambiguas, controlando nuestras emociones y sabiendo que no todo significa necesariamente algo malo. Pero hay quienes se perciben a sí mismos como víctimas de todo tipo de miserias, contemplando el mundo como un ambiente terriblemente hostil y negativo, y viendo el mal en la globalidad de acciones de aquellos que alguna vez les han ofendido.
Hemos de asumir de entrada la distinción entre “víctima real” y “rol de víctima”, siendo característico de la primera, el no haber elegido serlo. No obstante, la víctima real puede asimismo elegir el rol de víctima, transformando lo que irremediablemente le ha sucedido en una forma de identidad propia dentro de la vida social. Pues lo que está en juego en el victimismo como mentalidad no es tanto la objetividad de unos hechos indeseables e irreversibles que fuerzan fatalmente a alguien a ser una víctima, sino más bien la voluntad subjetiva de serlo, de organizar la propia vida en torno a este rol social, de construirse como sujeto bajo la insignia de la víctima (Hernández, 2018).
¿Qué es el victimismo?
El victimismo consiste en un vínculo interpersonal que busca incesantemente el reconocimiento externo de la propia victimización. En las personas victimistas la responsabilidad de los distintos eventos se posiciona fuera del individuo, insertándose un estilo de atribución externalizante (Kaufman, 2020).
Otro componente es la falta de empatía por el sufrimiento de los demás, explicado por la creencia de la inferioridad del sufrimiento ajeno. Lo anterior explica que estas personas se sientan con el derecho de comportarse de forma agresiva y egoísta, puesto que su sufrimiento es demasiado alto como para responsabilizarse de sus actos (Kaufman, 2020).
Causas del victimismo
Es importante aclarar que, una persona que ha sido víctima de una ofensa grave no tiene por qué desarrollar una mentalidad victimista. No es necesario que una persona con tendencia hacia el victimismo haya sido víctima de una gran ofensa en el pasado. Pero si estos dos fenómenos se dan juntos, se incrementan las conductas victimistas todavía más.
Se ha observado que uno de los factores que sostienen la mentalidad de la víctima es una personalidad ansiosa. Este tipo de personas acostumbran a ser inseguras y tienden a buscar la aprobación y validación de los demás. Llenos de dudas sobre su valor social, están en constante búsqueda de confirmación. El más mínimo comportamiento desagradable que los demás hacen contra ellos es percibido como un ataque personal, y la ya débil estabilidad emocional que disponen, se ve quebrantada.
Victimismo como personalidad
Hay personas que presentan un victimismo crónico: se hallan en un estado permanente de quejas y lamentos infundados. Estas personas, algunas inconscientemente, se esconden detrás de una personalidad victimista. De esta manera, se liberan de la responsabilidad de sus actos y culpabilizan al resto de lo que les ocurre.
Para Giglioli (2017) la identidad de víctima es «cerrada e indiscutible». Se castra la capacidad de actuación sobre las propias circunstancias para dar lugar a un mundo inmutable en que la pregunta «¿qué puedo hacer?» no tiene cabida. El lamento deviene un refugio que nos evita responsabilizarnos de nuestras acciones. La calidad de víctima, es decir, el victimismo, es un lugar que se inmuniza ante cualquier crítica y garantiza la inocencia. ¿Cómo podría la víctima ser culpable, o responsable de algo? La víctima no ha hecho, le han hecho; no actúa, padece. Ser víctima otorga prestigio, exige escucha, y fomenta reconocimiento. En la víctima se mezclan carencia y reivindicación, debilidad y pretensión, deseo de tener y deseo de ser. No es lo que hace, sino lo que ha padecido, lo que puede perder, lo que le han quitado.
Realmente, mantener durante un período largo de tiempo este tipo de actitud de “victimismo crónico” no es en sí una patología clasificada, pero podría desembocar en un trastorno paranoide de la personalidad, si la persona insiste en culpar persistentemente a los demás de los males que le suceden.
¿Qué caracteriza a las personas victimistas?
Algunas de las características, de las actitudes y de los rasgos que presentan estas personas son las siguientes:
- Muestran una autocrítica limitada: Aunque la autoestima de las personas victimistas sea generalmente baja, ello no significa que estén constantemente evaluando su comportamiento y decisiones. De hecho, sucede lo contrario. Raras veces realizan autocrítica porque han asumido que lo que les ocurre no es su responsabilidad; están plenamente convencidas de que no tienen la culpa de nada, con lo cual no conciben que nada les sea reprochable o mejorable. Se muestran intolerantes ante los fallos y defectos de otras personas, pero sus propios errores los perciben como nimios y, en cualquier caso, justificables.
- Quieren llamar la atención:En lugar de buscar ayuda efectiva o empatía legítima, la víctima busca despertar la pena de los demás y, hasta ese punto, confirmar que no puede resolver los problemas por sí misma. En muchos casos esta actitud victimista se ha reforzado desde la infancia cuando el niño está sobre protegido por los adultos y crece con la creencia de que no tiene los recursos internos para responder a situaciones que le lastiman.
- Presentan pesimismo: Suelen exagerar inconscientemente lo negativo, de tal modo que caen en un fuerte pesimismo que les impide ver los aspectos vitales positivos. Uno de los perjuicios más claros que acarrea el victimismo crónico es pues la visión pesimista de la vida, ya que crea un entorno de malestar y desconfianza tanto para la persona que siempre se queja como para las personas de su alrededor, que se sienten injustamente tratadas.
- Acumulan sentimientos dañinos: En una gran cantidad de casos, la persona que muestra esta tendencia hacia el victimismo crónico acaba por alimentar una serie de malos sentimientos, tales como el rencor o la ira, que pueden degenerar en un victimismo agresivo. El victimista agresivo no solo culpa a los demás y se lamenta por todo, sino que también puede adoptar actitudes agresivas y violentas, intolerancia y desprecio hacia la integridad física y moral de las personas que considera culpables por algún motivo.
- Tienen miedo a salir de la zona de confort: Las personas victimistas están adaptadas a una vida “rutinaria” de mantenimiento de las quejas; estabilidad que les produce una falsa seguridad. Todos tenemos un ámbito en que nos sentimos seguros y protegidos; pero esta zona confortable no tiene por qué ser un lugar agradable y satisfactorio para uno mismo, de hecho, muchas veces no lo es, pero, al fin y al cabo, es un caos conocido, familiar, y a su vez provocador del miedo al cambio, a lo desconocido.
- Centran la atención en su desgracia: Estas personas sienten una especie de fascinación por lo que interpretan que es su condición de víctima, y a menudo piensan en lo malo que les ocurre y en lo que les toca sufrir. Muchas veces hablan sobre esto con los demás, ofreciendo una lectura dramática y algo exagerada de los hechos.
- Tienen una baja tolerancia a la frustración: La frustración es el sentimiento de fracaso que aparece cuando una necesidad o un deseo no se ve satisfecho o cumplido. Los perfiles victimistas poseen una baja tolerancia al malestar pues no perseveran en sus intentos por conseguir metas propuestas, tendiendo al abandono y a responsabilizar de ello a diferentes factores externos.
- Su objetivo es encontrar culpables: El estado de víctima permanente también va muy asociado a una actitud desconfiada. Creen que los demás siempre se mueven por intereses y actúan de mala fe contra ellos. Por esta razón inspeccionan al milímetro cualquier detalle o gesto de las personas de su alrededor intentando descubrir algún agravio, por pequeño o inexistente que sea, para reforzarse en su rol de víctimas. A base de actuar así, acaban reafirmando su personalidad y son muy susceptibles con el trato que los demás les dispensan, exagerando cualquier pequeño detalle hasta un límite patológico.
- Rumiación sobre victimización en el pasado: Es frecuente que las personas victimistas rumíen constantemente sobre las ofensas recibidas. Entran en un bucle sin fin en el que recuerdan lo que le dijeron, el daño que le hicieron o cualquier acción desagradable, en vez de pensar o discutir sobre posibles soluciones al problema o intentar evitarlo. Además, se ponen en lo peor, pensando que eso puede volver a ocurrir y escenifican cómo van a responder cuando suceda. Se ha observado que las personas que más rumían sobre las ofensas recibidas menos propensas son a perdonar a quien les hizo daño, y más partidarias a vengarse (Gabay et al., 2020 & Zitek et al., 2010).
- El lamento constante les refuerza: Los individuos victimistas creen que su situación personal se debe a los malos actos de los demás y de las circunstancias. En consecuencia, se pasan el día lamentándose, hasta el punto de que encuentran un importante refuerzo a su actitud en el lamento y la queja, asumiendo su rol de víctimas.
Una situación que se alarga
El victimismo crónico, como se ha comentado, aunque no sea un trastorno en sí mismo, produce que la persona adopte unas dinámicas de pensamiento y de comportamiento problemáticas que con el paso del tiempo se van agravando más.
Sin saberlo, las personas que se acostumbran al victimismo crónico se niegan a sí mismas la posibilidad de mejorar su situación a la vez que establecen unas relaciones con los demás basadas en el resentimiento y la culpabilización.
De este modo, el victimismo daña tanto la capacidad de afrontar los problemas como las relaciones personales en general y las afectivas en particular.
¿Cómo ayudar a una persona victimista?
Desde terapia, una de las formas de ayudar a los pacientes victimistas que han sufrido un trauma, sería poner como objetivo la creación de una narrativa para el hecho traumático referido a su persona, su contexto y lo que le ocurrió, ya que se considera que disponen de una narrativa desintegrada. En consecuencia, el enfoque terapéutico que se propone se dirige a la creación de una narrativa que sea vivida como propia y que ayude a la superación de las secuelas traumáticas (Díaz-Benjumea, 2019), para elaborarlas y reconstruir las relaciones sociales con ellos mismos y los demás.
Una parte fundamental se sostendrá en aceptar que la adversidad y el conflicto son parte consustancial de la vida y que los sentimientos deben abrazarse, pues sin las lecciones que estos proveen, una vida emocional sana sería imposible.
Así como entrenar el umbral de tolerancia a la frustración. Proponerse dividir una meta en submetas progresivas para alcanzarla, probar hacer las cosas de otra forma o acelerar los tiempos de consecución de objetivos. También será clave el aprendizaje de técnicas asertivas, ya que la persona con victimismo tendrá herramientas a la hora de expresar cómo se siente y lo que piensa sin hacer sentir culpable a la otra persona, y buscar una solución efectiva al problema donde la persona victimista se sienta una parte importante de la solución.
En definitiva, nadie niega la existencia de eventos desafortunados, todos estamos expuestos a sufrir situaciones de las cuales no tenemos control alguno. El punto está en que, al volcar la resolución en uno mismo, las posibilidades de superación y resiliencia son mayores (Buddelmeyer & Powdthavee, 2016). Por lo que, a pesar de que resulte inevitable que las personas sufran eventos dolorosos, sí se puede terapéuticamente forjar personalidades fuertes, que se antepongan a las adversidades y que asuman la responsabilidad del curso de sus vidas.
Referencias
Buddelmeyer, H., & Powdthavee, N. (2016). Can having internal locus of control insure
against negative shocks? Psychological evidence from panel data. Journal of
economic behavior & organization, 122, 88–109. https://doi.org/10.1016/j.jebo.2015.11.014
Díaz-Benjumea, L. (2019). Abordaje psicoanalítico del trauma II. Aperturas
psicoanalíticas, (62), 1-3. http://aperturas.org/articulo.php?articulo=0001097
Gabay, R., Hameiri, B., Rubel-Lifschitz, T., & Nadler, A. (2020). The Tendency for
Interpersonal Victimhood: The Personality Construct and its Consequences.
Personality and Individual Differences, 165. https://doi.org/10.1016/j.paid.2020.110134
Giglioli, D. (2017). Crítica de la víctima (1a ed.). Herder.
Hernández, M. (2018). El victimismo, un nuevo estilo de vida. Intento de caracterización.
Eikasia, 239-266.
Kaufman, S. B. (2020). Unraveling the Mindset of Victimhood: Focusing on grievances
can be debilitating; social science points to a better way. Scientific American.
Zitek, E. M., Jordan, A. H., Monin, B., & Leach, F. R. (2010). Victim Entitlement to
Behave Selfishly. Journal of personality and social psychology, 98(2), 245-55. https://doi.org/10.1037/a0017168
Psicóloga Maria Berenguer
Graduada en Psicología (Universitat Ramon Llull)
Cursando grado en Filosofía (Universitat de Barcelona)