Tradicionalmente, se ha considerado la adolescencia como un período de la vida especialmente problemático y conflictivo. Sin embargo, la conceptualización actual de la adolescencia parte de una visión más optimista, considerando la adolescencia no como un problema a resolver, sino como un valioso recurso potencial.
La adolescencia es una etapa de transición entre la niñez y la edad adulta llena de cambios y desafíos. Según la Organización Mundial de la Salud, la adolescencia se inicia a los 10 años y se extendería hasta los 20 años. Durante esta etapa del ciclo vital, los jóvenes sufren una gran transformación a nivel biológico, cognitivo, y psicológico. Esta etapa se presenta llena de descubrimientos, descubrimientos respecto a la sexualidad, descubrimientos respecto a la amistad, e incluso, descubrimientos sobre nuevas capacidades. La adolescencia, por lo tanto, es un gran desafío individual, familiar, e, incluso, social.
Pero, como etapa de transición y transformación, también provoca un gran desconcierto, dadas las altas dosis de adaptación y aprendizaje a las que los adolescentes y sus familias se tienen que enfrentar.
Para los padres, la adolescencia, también supone un reto difícil. Las relaciones familiares, los roles, y las normas y rutinas, se ven modificados durante esta etapa. Los cambios y dificultades de los adolescentes, en muchas ocasiones, repercuten de forma negativa sobre la vida familiar, ya que las estrategias que funcionaban bien cuando los hijos eran pequeños dejan de funcionar cuando éstos llegan a la adolescencia.
En muchas ocasiones, los padres no saben gestionar que sus hijos adolescentes no quieran pasar tanto tiempo con ellos y que se muestren poco cariñosos y herméticos. Pero el distanciamiento de los hijos en esta etapa de la vida es necesario para construir su identidad. Los padres dejan de ser los referentes principales del adolescente, quedando relegados por sus amigos y compañeros. Éstos, sus amigos, pasan a convertirse en sus consejeros y modelos de conducta. Todo esto es un proceso natural, es más, si durante la adolescencia hay un escaso interés por la relación con sus iguales podría indicarnos algún tipo de problema como timidez o habilidades sociales poco desarrolladas. El verdadero aprendizaje en la adolescencia suele darse a través de la experiencia, del día a día del adolescente con sus iguales, aunque ello, en algunas ocasiones, comporte cometer errores.
En otras ocasiones, el problema es que los padres se ven sobrepasados por las conductas de rebeldía y de enfrentamiento, y por el cuestionamiento de la autoridad por parte de sus hijos. Siendo la conducta conflictiva de sus hijos uno de los principales motivos por los que los padres acuden a consulta.
Realmente, es difícil delimitar lo que son conductas de desobediencia y lo que no lo son, ya que algunas conductas como el negativismo o la oposición pueden ser consideradas como conductas evolutivas que forman parte del desarrollo del niño y que irán desapareciendo con el paso del tiempo. Por ejemplo, las rabietas comunes en los primeros años de vida forman parte del desarrollo normal del niño. Del mismo modo, la impulsividad o la poca percepción del peligro forman parte del desarrollo evolutivo normal al inicio de la adolescencia como consecuencia de la explosión de las hormonas y de unos lóbulos frontales que aún no han alcanzado su pleno desarrollo. Por ello, no es extraño que se produzcan discrepancias entre unos padres, a los que les cuesta aceptar que su hijo se hace adulto, y las propias necesidades del adolescente, que se prepara para abandonar el nido. Los padres han de estar presentes, pero el adolescente debe percibir progresivamente una cierta sensación de libertad y autonomía. Podríamos decir que, como en la mayoría de casos en la vida, lo más importante es el equilibrio, ya que un exceso de control o rigidez puede ser contraproducente, pero un estilo educativo laxo y sin ningún tipo de límite también es perjudicial. En numerosas ocasiones, los padres ceden ante las exigencias de los hijos con la intención de eliminar el problema, pero, de esta manera, lo que hacen es reforzar la conducta problemática y aumentar la probabilidad de que, ésta, se repita o se mantenga.
Por lo tanto, deberíamos centrarnos en aquellas conductas que generan problemas importantes en la interacción familiar o interfieren de forma significativa en el desarrollo personal y emocional del adolescente.
La adolescencia es una etapa que se caracteriza por periodos de inestabilidad en los que, con frecuencia, suelen aparecer algunos problemas psicológicos y, detectarlos pronto, es importante para, con su tratamiento, impedir que avancen en la edad adulta. Los trastornos psicológicos se caracterizan por cambios de humor, de pensamiento y de comportamiento, o por alguna combinación de ellos. De hecho, muchos de los trastornos más habituales, como los del estado de ánimo y los de ansiedad, frecuentemente se desarrollan o empiezan a manifestarse durante la adolescencia y la juventud, provocando malestar o un descenso en la calidad de vida del adolescente y dificultando un funcionamiento adecuado física, mental, y socialmente.
De modo general, los trastornos psicológicos en la adolescencia se podrían clasificar como: trastornos del aprendizaje, trastornos emocionales, y trastornos de comportamiento. Dentro de los problemas que con mayor frecuencia suelen afectar a los adolescentes podemos encontrar:
- Ansiedad
- Depresión
- Anorexia
- Bulimia
- Aislamiento
- Agresividad
- Rebeldía
- Abuso de sustancias
- Adicción a las nuevas tecnologías
- TDAH
En la mayoría de las ocasiones, distinguir entre los cambios normales en un adolescente y los síntomas de una enfermedad mental puede llegar a ser muy complicado ya que los cambios de humor son una de las características más representativas de la adolescencia. Y es que los adolescentes pueden pasar de la tristeza a la alegría, o del aburrimiento al divertimento, de un momento a otro de forma natural y sin necesidad de que intermedie motivo alguno. Esto es debido, por un lado a las transformaciones hormonales que empiezan a producirse en la adolescencia y, por otro, a la madurez que va adquiriendo su cerebro. A partir de los 12 años, los adolescentes son capaces de extraer conclusiones más abstractas, tener en cuenta las distintas opciones a la hora de tomar decisiones, e incluso, interesarse por temas que antes no les preocupaban. Para Piaget, esta “etapa de las operaciones concretas” es una etapa en la que el adolescente adquiere la capacidad de razonar de la misma manera que lo hace el adulto, siendo capaz de analizar y manejar deliberadamente esquemas de pensamiento, y de utilizar el razonamiento hipotético deductivo.
La terapia psicológica en esta etapa de la vida, además de aliviar la sintomatología y evitar la cronificación del problema, aporta un gran número de beneficios al adolescente como son: el aumento del bienestar emocional y de la calidad de vida, mejora de la autoestima y del autoconcepto, establecimiento de hábitos saludables, desarrollo de nuevas habilidades relaciones, y prevención de recaídas.
Algunas señales que pueden servir para alertar a los padres de la necesidad de buscar ayuda psicológica para sus hijos son:
- La relación con la familia es problemática.
- Muestra problemas de comunicación.
- Presenta ataques de ira o agresividad.
- Tiene la autoestima baja o bajo autoconcepto.
- Realiza conductas autodestructivas o lesivas.
- Tiene problemas con uno o ambos progenitores.
- Presenta cambios en hábitos de sueño o alimentarios.
- Su estado de ánimo es depresivo, triste o decaído.
- Ha cambiado su rendimiento escolar.
- Realiza conductas adictivas (alcohol, drogas, juego, uso de Internet…).
- Se aísla socialmente y/o familiarmente.
- Se muestra oposicionista o desafiante ante la autoridad.
- Muestra dificultades para encauzar su vida.
- Se le diagnostican enfermedades psicosomáticas.
En el caso de que algunas de estas conductas se reflejen en el comportamiento del adolescente es el momento de solicitar ayuda especializada.
El primer paso, cuando un adolescente llega a un centro de psicología es realizar una exploración completa de los síntomas, los recursos y las posibilidades con las que cuenta tanto el adolescente como la familia para afrontar la situación. Es importante que el adolescente no se sienta juzgado ni cuestionado, por lo que es imprescindible ofrecerle un espacio en el que pueda expresarse libremente, se sienta escuchado y tenido en cuenta, y que le ofrezca confidencialidad.
Tras realizar una evaluación integral del problema, el/la psicóloga del centro de Psicología Canvis valorará y orientará al paciente y a la familia sobre la idoneidad del tipo de trabajo que se puede realizar. Son muchas las terapias que han demostrado su eficacia en el tratamiento psicológico de los trastornos de la adolescencia, pero, en cualquier caso, el tratamiento que se aplique al adolescente siempre irá en función de las necesidades del mismo y de sus característica individuales.
Dependiendo de las necesidades del adolescente y de las características particulares del trastorno, existen diferentes opciones de tratamiento:
- Terapia familiar: consiste en el tratamiento psicológico orientado a restaurar los vínculos, la confianza, y la comunicación necesaria para continuar el desarrollo y el crecimiento de las familias.
- Terapia individual: es la intervención psicológica que se realiza para ayudar a reconocer los patrones de comportamiento, así como las propias emociones y cogniciones, con la finalidad de promover los cambios necesarios para mejorar el bienestar emocional.
- Grupos de apoyo para adolescentes y familia: este tipo de terapia se centra en las interacciones entre los miembros del grupo, generando un espacio para compartir los problemas de cada uno con el objetivo de que sea el grupo quien potencie el cambio deseado.
Psicóloga Nieves Domínguez
Licenciada en Psicología Clínica por la UNED
Máster een psicología clínica infatojuvenil (ISEP)