Seguro que alguna vez en tu vida has mentido, por miedo a lo que puede pasar o para obtener algún tipo de beneficio, o por miedo a decir la verdad. Todos mentimos, porque la mentira cumple una función en sí misma.
Pero… ¿alguna vez has conocido a alguien que miente constantemente? Incluso cuando sabes que lo que dice es mentira y le has comentado que sabes la verdad sobre lo que te está contando, y esa persona ha ido encadenando una mentira tras otra, metiéndose en un pozo sin fondo.
Pues hoy, os vengo a hablar de la adicción a mentir, también conocida como mitomanía o pseudología fantástica. A continuación explicare el origen de las mentiras, cuál es su función y qué características tiene una persona que sufre de mitomanía, entre otras cosas.
El origen de las mentiras
¿La adquisición del lenguaje impulsa la tendencia a mentir?: En primer lugar, ¿podríamos aceptar que la mentira solo puede ser verificada empíricamente cuando está presente el lenguaje? Ajuriaguerra (1992) sostiene que la adquisición del lenguaje se erige como la primera instancia que incita a la mentira. Esta conexión es absoluta, ya que solo aquellos que hablamos tenemos la capacidad de mentir. El simple hecho de poseer lenguaje habilita al ser humano para fabricar mentiras, lo que impide a los animales participar en este acto.
Nos planteamos, entonces, cómo el niño descubre esa primera mentira. En la etapa inicial, la mentira se emplea de manera lúdica, ya que para los niños es común jugar con el placer que les brindan sus fantasías. Aunque el niño pueda tener conciencia de que lo que dice no es cierto, cree firmemente en lo que está haciendo y logra mantener sus creencias.
Es así como el niño comienza jugando con sus expresiones sin la verdadera intención de convencer al adulto, hasta que un día descubre que el adulto que cree su mentira porque no conoce realmente sus pensamientos. A partir de ese momento, las relaciones del niño con su entorno se transforman.
En definitiva, las verdaderas mentiras pueden considerarse solo después de los seis o siete años, cuando la razón, los valores sociales y la moral comienzan a incorporarse en el sujeto. Según Piaget, antes de los seis años, los niños no tienen la capacidad para distinguir entre mentira, actividad lúdica y fabulación y mienten de la misma manera en que fabulan. Los niños pequeños, debido a su inexperiencia psicosensorial, tienen una percepción sumamente limitada, y el ego infantil, aún no firmemente asentado en la realidad, no posee la capacidad suficiente para distinguir entre esta y sus fantasías vívidas o su mundo imaginario. En otras palabras, el niño suele confundir la realidad con la hiperactividad de su imaginación creadora y su inclinación hacia lo legendario y maravilloso.Principio del formulario
Mentiras funcionales y mentiras patológicas
Las mentiras funcionales son aquellas que se utilizan de forma ocasional y que tienen una función adaptativa para el individuo; es decir, se utilizan con el fin de escapar o evitar una situación a corto plazo, porque en ese momento mentir nos resulta más sencillo y más útil que decir la verdad.
Se comienza a mentir en la infancia, y la conducta aparece durante el resto de la vida, aunque solo de forma esporádica:
- Para evitar un castigo o conflicto.
- Para omitir algún tipo de información porque no se quiere hablar de ciertas cosas.
- Para dar una imagen positiva de uno mismo porque se tiene una elevada deseabilidad social.
- Para no herir a otra persona.
- Porque no sabes poner límites sanos, como por ejemplo, decir que no a algo.
- Para no preocupar a alguien.
- Para posponer o no realizar una actividad que no te apetece hacer.
Las mentiras patológicas son aquellas que aparecen en las personas que sufren de mitomanía, que definiré a continuación.
¿Qué es la mitomanía?
La mitomanía o pseudología fantástica es un tipo de trastorno psicológico que implica una conducta repetitiva del acto de mentir. La mitomanía también se engloba dentro de las adicciones comportamentales, ya que una adicción consiste en una dependencia del consumo de alguna sustancia o la práctica de alguna actividad, en este caso, mentir de forma compulsiva.
La mitomanía como adicción puede implicar o no la intención de engañar, pero siempre conlleva deformar la realidad de tal forma que se cuenta una historia personal mucho más llamativa.
Al principio, la persona que miente es capaz de convencer al resto con sus historias, además de obtener atención e incluso admiración por parte de la persona que escucha su discurso. Pero como bien dice el dicho “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo” y al final, la persona que miente acaba siendo descubierta, lo que conlleva reacciones negativas por parte de sus familiares y sus amistades, como el rechazo; las personas de su círculo de confianza empezarán a alejarse de esta persona, no tendrán en cuenta su opinión a la hora de tomar decisiones y no le prestarán atención cuando cuente alguna anécdota, porque se habrá perdido la confianza.
Por tanto, las consecuencias de la mentira son bastante negativas, ya que llevan al mitómano/a al aislamiento.
¿Por qué se cronifica la mentira?
Cualquier persona miente y de hecho, solemos mentir a diario: cuando tenemos un mal día y alguien nos pregunta cómo estamos, muchas veces decimos “estoy bien” aunque no sea cierto; a veces no te apetece hacer un plan y en vez de decir “no tengo ganas, prefiero quedarme en casa o hacer otras cosas” tendemos muchas veces a poner excusas.
Estas mentiras suelen aparecer de forma espontánea, y se utilizan con el fin de evitar obtener un castigo (un niño que rompe un jarrón y le echa la culpa al perro, para que no le regañen en casa), o para excusarse respecto a una tarea no realizada o por llegar tarde a algún sitio importante (una cita con el médico).
Pero, ¿en qué momento las mentiras se vuelven patológicas? Las mentiras se cronifican porque se transforman en un círculo vicioso: una persona empieza a mentir buscando un beneficio inmediato, o buscando atención y admiración de otras personas y puede pasar a ser una conducta inherente a uno mismo por la repetición; el mitómano/a no puede dejar de mentir porque ahora se ha vuelto adicto a este comportamiento, por tanto, ahora es parte de sí mismo, de su comportamiento y por ende, de su forma de relacionarse con los demás.
Características de la mitomanía o pseudología fantástica (Delbruck, 1891):
- Son personas que mienten con mucha facilidad y no se sienten mal al hacerlo.
- Necesidad de aprobación por parte de los demás.
- Necesidad de aparentar.
- Gran capacidad para imaginar.
- Búsqueda de placer a través de las mentiras.
- Obtención de beneficios, ya sea a nivel personal y/o material.
Características de las personas que mienten:
- Tienden a mostrarse amables y encantadores con los demás.
- Muestran buenos modales, incluso destacables.
- Son personas aparentemente muy seguras de sí mismas.
Todas estas características ayudan a generar el círculo vicioso de la mentira y a que se mantenga en el tiempo. Los síntomas de la mitomanía son:
- Personas que tienden a desdibujar la realidad
- Búsqueda constante de admiración y aceptación
- Baja autoestima: las personas que mienten buscan proyectar una imagen de si mismas “ideal” hacia los demás, con el fin de conseguir su aprobación, porque consideran que su vida no es lo suficientemente atractiva; por lo que mienten para compensar esta inseguridad.
- Pérdida de control sobre la mentira: transformándose, sin que la persona se dé cuenta, en un acto adictivo e impulsivo.
- El mitómano es consciente de sus mentiras: a pesar de no tener control sobre las mismas, porque actúa impulsivamente, sabe lo que está haciendo.
- Autoengaño: aun teniendo consciencia de lo que hace, al repetirse en el tiempo se acostumbra a las mentiras y las acaba integrando en su vida, como si lo que cuenta fuese una parte real de él mismo.
Cómo identificar o diagnosticar la mitomanía
El conocimiento del cuadro y una adecuada exploración nos permitirá realizar un diagnóstico preciso.
Se deberá establecer un diagnóstico diferencial: la simple mentira sería una falsificación voluntaria de los hechos con objeto de obtener una ventaja o escapar de una situación desagradable, con unos fines egoístas y conscientes. Es importante hacer una diferenciación con la confabulación, que responde a la elaboración fantástica para suplir el defecto de la memoria que aparece en las psicosis orgánicas; la fabulación es fisiológica hasta cierta edad, siendo difícil distinguir la propia imaginación de la realidad.
También debe distinguirse de la “falsificación retrospectiva” que consiste en añadir hechos e interpretaciones falsas a recuerdos reales con fines personales. Incluso es utilizada por paranoides para justificar sus delirios.
El tratamiento suele ser complejo, porque la mayoría de personas que presentan pseudología fantástica rara vez buscan ayuda terapéutica, consultando normalmente por causas distintas a la propia mitomanía. En muchas ocasiones lo hacen motivos médico-legales para protegerse de sus actos. Se trata de pacientes que rompen el vínculo terapéutico ante mínimas frustraciones. No existe un tratamiento específico para este cuadro, aunque el abordaje terapéutico conductual puede tener algún efecto positivo. El tratamiento sería el del propio trastorno del paciente, fundamentalmente orientado a trastornos de personalidad.
Si consideras que presentas alguno de los síntomas mencionados y te están generando algún tipo de malestar o está interfiriendo en algún ámbito de tu vida personal, no dudes en acudir al Centro de Psicología Canvis, aquí encontrarás la ayuda que necesitas.
Bibliografía
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Lapidus, J. (2005). La mentira infantil (Doctoral dissertation, Universidad de Belgrano. Facultad de Humanidades.).
Rivera, G. H. A. La dimensión patológica de la mentira Una aproximación psiquiátrica al concepto “mentira patológica”. IEB, 59.
Graduada en la Universidad Complutense de Madrid
Máster en Psicología General Sanitaria UNIR