Diferencias entre “distrés” y “eustrés”.

La sociedad hoy en día, asocia la palabra estrés con una situación poco favorable y que por lo tanto nos está creando un malestar significativo. Sin embargo, primero de todo, debemos tomar consciencia que el estrés no es siempre malo. Ya que siempre se ha encontrado asociado a nuestra existencia como un elemento fundamental para nuestra supervivencia. Siendo una respuesta fisiológica, psicológica y conductual del ser humano para adaptarse y reajustarse a presiones y factores tanto internos como externos, donde el organismo se pone en guardia. El estrés, por lo tanto, puede ser es una respuesta humana totalmente normal y de la que podemos sacar provecho si sabemos escucharla y observar de qué nos está avisando. Por ejemplo, cuando tenemos que realizar un examen, es normal que nos encontremos algo preocupados y en un estado de alerta, que hará que nos organicemos en nuestra vida diaria, restando tiempo de ocio para dedicar una preparación al temario. Movilizando por lo tanto nuestros recursos y teniendo una finalidad adaptativa. Este tipo de estrés funcional, se denomina eustrés.

¿Entonces, cuando se puede volver el estrés en un problema?

El problema radica cuando este estrés se convierte crónico en el tiempo. Es decir, con el eustrés, la fase de alarma cumple su función y por lo tanto una vez que conseguimos la adaptación de nuestro organismo a la nueva situación, el estado de alerta desaparece. Cuando el estrés se convierte en patológico, nuestro estado de alarma y por lo tanto respuesta fisiológica, emocional y conductual persisten y se intensifican ya que entramos en una fase de resistencia, agotando nuestros recursos. Provocando un sobrefuncionamiento; una tercera fase de agotamiento; convirtiéndose en un distrés.

¿Cómo puede influir este distrés en el día a día? La somatización.

Cuando el estrés deja de ser funcional, convirtiéndose en patológico, puede causarnos un gran malestar a nivel emocional. Cuando esta angustia emocional, no queda totalmente liberada, el cuerpo la puede expresar a través de molestias físicas, produciéndose una somatización.

Los problemas de somatización en España, presentan una prevalencia del 28.8%, siendo mucho más frecuentes en mujeres que en hombres y que generalmente se inicia antes de los 30 años. Problemática que es la más común atendida en los servicios de Atención Primaria, junto con los trastornos del estado de ánimo y ansiedad; presentando generalmente entre ellos una comorbilidad (Roca, 2009). Somatización que se agravó ante el Covid-19; ya que el ritmo de vida diario en la sociedad actual, nos puede llevar a experimentar una gran cantidad de estrés si no se gestiona como es debido. Factores como nuestra jornada laboral, nuestras relaciones familiares, toma de decisiones importantes, estudios, cambio de etapa vital, situación económica, enfermedades orgánicas previas… nos puede influenciar y llevarnos a experimentar emociones desagradables, provocando la aparición de síntomas físicos. De esta manera, el conflicto psicológico se expresa a través del cuerpo en forma de diferente sintomatología, los más frecuentes (Guzmán, 2011):

  • Síntomas gastrointesinales: Diarrea, intolerancias alimentarias, dolores abdominales, colon irritable, úlceras estomacales…
  • Síntomas neurológicos: Cefaleas tensionales, dolor muscular, desvanecimientos…
  • Síntomas respiratorios: Síndrome de hiperventilación (sensación de ahogo), mareos…
  • Síntomas cardíacos: Dolores torácicos, taquicardias…
  • Síntomas otorrinolaringólogos: Acufenos, nudo en garganta…
  • Otros a destacar: Dolor pélvico, pérdida de apetito sexual, irregularidad en la menstruación, dolores lumbares, fatiga…

Teniendo en cuenta lo comentado, como recogen (Pascual y Cerecedo, 2015), podemos diferenciar entre:

  • Las somatizaciones agudas, que estas pueden ocurrir cuando hay una situación en la que la persona pasa por una fase de resistencia, pero finalmente tiene los recursos suficientes para adaptarse a los cambios, desapareciendo el distrés y por lo tanto el/los síntoma/s somático/s.
  • Las somatizaciones crónicas, ocurre cuando la sintomatología física presente no desaparece ya que no se encuentran las estrategias suficientes para adaptarse a la nueva situación. Perdurando un mínimo de seis meses, donde la somatización puede agravarse, apareciendo múltiples síntomas inexplicados por otras enfermedades patológicas, tras la evaluación médica de estos. Produciendo una incapacitación funcional y por lo tanto un malestar no solamente físico, si no también emocional y social. Definiéndose por lo tanto, una posibilidad de trastorno.

Por lo tanto, será importante también recoger que el concepto de somatización tiene tres componentes. Un componente experiencial, que será la sintomatología física que hemos explicado y que será lo que experimenta el sujeto de manera subjetiva, ya que tenemos que tener en cuenta que cada persona tiene una tolerancia al dolor diferente. Otro de los componentes será el cognitivo, que es la interpretación que se realiza de estos síntomas físicos; generalmente dándose una descripción de la somatización en un contexto de enfermedad amenazante. Y por último, el componente conductual, donde la persona busca un diagnóstico y tratamiento médico de forma persistente.

Trastornos relacionados con la somatización crónica.

Teniendo en cuenta que las somatizaciones crónicas son las que pueden inducir a trastornos, explicaremos aquellos más destacados entre la población (Pascual y Cerecedo, 2015):

  • Trastorno por somatización: Suele iniciarse antes de los 30 años y es de 9 a 10 veces más frecuente en la mujer. No se caracteriza por el número de síntomas físicos que pueden experimentar, si no por el hecho de que estos afectan a múltiples órganos. No consultan por el miedo de padecer una determinada enfermedad, si no por las molestias derivadas de los síntomas.
  • Hipocondría: Predominan en estas personas la preocupación, más que los propios síntomas. Ya que se encuentran convencidos de tener una enfermedad grave, presentando un grado elevado de ansiedad acerca de su salud, alarmándose por la situación. A lo largo del confinamiento, este tipo de trastorno ha sido agravado no solamente en personas que anteriormente lo presentaban, si no en la población en general. Como consecuencia del aislamiento, muchas personas comenzaron a manifestar fiebre dolor de cabeza e incluso tos, a pesar de no estar contagiados de Covid-19.
  • Trastornos conversivos: Estas personas refieren alteraciones motoras o sensitivas, en los que los hallazgos clínicos aportan pruebas de las incompatibilidades entre el síntoma y las afecciones neurológicas reconocidas. Por ejemplo, una mujer que después de una situación de estrés a raíz de un conflicto relacional con alguien, no acepte tener sentimientos violentos de golpear a aquella persona y pueda experimentar el síntoma físico sensitivo de sentir entumecimientos en sus brazos.
  • Síndrome funcional somático: Se encuentran en la frontera entre lo físico y psicológico, como el síndrome de la fatiga crónica, la fibromialgia o el síndrome del intestino irritable.
  • Comorbilidad con patología psiquiátrica: Destacar que las personas que presentan síntomas somáticos también destacan con frecuencia síntomas emocionales de ansiedad y depresión en un 50%-70%.

¿Cómo puedo prevenir el distrés?

Ser conscientes de nuestra situación y malestar físico que nos provoca, será el primer paso para poder prevenir o disminuir el distrés. Es por este motivo que proponemos en este apartado diferentes estrategias para controlarlo:

  • Escala cuantitativa: ¿Qué nivel de estrés tengo ahora? Cada uno de nosotros, puede tener un umbral de tolerancia al estrés; teniendo en cuenta las experiencias vividas, expectativas y situaciones personales diarias. Así que una de las maneras de tomar consciencia del nivel de estrés presente; sería registrarlo de forma numérica. Un nivel cero significaría que el estrés que percibimos en nosotros es nulo; en cambio, un nivel diez, seria un estrés que podría llegar a presentar alguna somatización grave, relacionada con sintomatología ansiosa. Por lo tanto, ¿Qué nivel de estrés ya no empezaríais a tolerar? Tener presente que cualquier disparador somático (cefalea, pequeña contractura, dolor articular en una de las manos, sensación de hormigueo…) podría ayudar a tomar consciencia y definir por lo tanto nuestro umbral de tolerancia.
  • Técnicas de relajación: Existen diferentes técnicas que si conseguimos aplicarlas de una manera continuada, nos podrían ayudar para prevenir, tomar consciencia y reducir nuestros niveles de estrés. Explicaremos algunas en el siguiente apartado.
  • Go Slow: Una vez que podamos ser conscientes de nuestro umbral de tolerancia al estrés, se trataría de si estamos realizando alguna actividad que nos esté comprometiendo en ese momento; realizarla de manera más pausada, realizar otra actividad que nos proporcione un estado de mayor tranquilidad o simplemente realizar una pausa y desconectar; teniendo un momento de autocuidado (leer algún artículo que nos interese en el trabajo, hacer una llamada personal, tomar algo, dar un paseo, una ducha relajante…). Igual que si en ese momento nos encontramos con algún conflicto relacional, sea a nivel laboral o familiar que nos implique una tensión elevada, comunicar de forma asertiva que necesitamos un tiempo para reflexionar sobre lo que ha pasado y prevenir que el conflicto vaya a más. Retirándonos a tiempo. Estas recomendaciones son generalizadas y siempre pueden ser más específicas teniendo en cuenta el contexto familiar, laboral y social de la persona.

Técnicas de relajación que nos ayudan a prevenir y disminuir el estrés.

  • Técnica de relajación progresiva de Jacobson: Es una de las técnicas conductuales más utilizadas en psicoterapia. Consiste en poder realizar ejercicios físicos de contracción-relajación durante unos segundos con los músculos y articulaciones de diferentes partes del cuerpo; comenzando por los dedos de los pies y continuando gradualmente hacia arriba: Gemelos, muslos, tórax, brazos…hasta llegar al cuello y cabeza. También se puede iniciar desde arriba y continuar el trabajo hacia abajo. De esta manera, la persona puede entrar en consciencia de la tensión que pueda acumular en una situación en concreto y poder disminuir la somatización y por lo tanto el estrés presentado.
  • Relajación autógena de Schultz: Esta técnica, a diferencia de la anterior, consiste en concentrarse de manera pasiva en la sensaciones que podemos experimentar en nuestro cuerpo para conseguir la relajación. Inicialmente a través de las extremidades (pies, piernas, dedos, manos…) conseguiremos entrar en contacto con las sensaciones de calor y de peso; notando como de manera progresiva vamos percibiendo que nuestro brazo pesa cada vez más y mas… llegando un punto que esa sensación se pueda generalizar al resto del cuerpo. Se recomienda que las sesiones al principio, duren unos cinco minutos y se repitan unas tres veces al día.
  • Terapia en Mindfulness: Técnica de tercera generación, originaria del budismo y utilizada recientemente en procesos terapéuticos, que consiste en centrarse en el presente, en el aquí y ahora sin que se pueda divagar sobre el futuro o pasado. En este caso, ayuda a que podamos aceptar los problemas derivados de situaciones que nos hacen colocar en un estado de alerta, consiguiendo un equilibrio emocional y mental (Moreno, 2012). Por un lado, encontramos el Mindfulness Based Stress Reduction (MBRS): Utiliza programas de meditación y yoga para poder explorar, aliviar problemas relacionados con experiencias del presente, reduciendo el estrés que pueda ocasionar. Por otro lado podemos encontrar la Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness (MBCT): Programa creado por el DR. Zingel Segal que integra la práctica en Mindfulness con herramientas de una terapia cognitiva. Efectiva para disminuir procesos de ansiedad; permitiendo una mejor gestión de la preocupación, disminución de la reactividad emocional y un aumento de la autocompasión. Disminuyendo de esta manera progresivamente nuestro malestar psicológico.

Todas estas técnicas como hemos dicho anteriormente, aunque su práctica diaria se pueda realizar en casa, se recomienda un profesional especializado que nos guie y acompañe en su entrenamiento inicial y básico. Con estos ejercicios de relajación, no se quiere conseguir que la persona caiga en un sueño profundo ya que su objetivo es la gestión del estrés disfuncional que podamos presentar en diferentes situaciones. Para su práctica será ideal habitaciones tranquilas, sin ruidos exteriores que nos puedan distraer, con una luz tenue y temperatura que nos permita estar a gusto.

¿Alguna vez habéis sido conscientes de vuestro nivel de estrés? ¿Identificáis vuestro estado de alarma en situaciones concretas? ¿Habéis somatizado en alguna ocasión? ¿Habéis intentado realizar algún cambio en vuestra vida para disminuir los niveles de estrés per no os ha funcionado? ¿Qué os a parecido las técnicas de relajación propuestas para la disminución del distrés? ¿Podríais en práctica alguna de ellas? Desde Canvis, os podemos ayudar a que seáis conscientes de ello, realizando talleres para la gestión del estrés o desarrollar la práctica de Mindfulness e integrarla en vuestra vida cuotidiana para recuperar vuestro bienestar físico y emocional.

Bibliografía

EC Brands. (14 de Abril de 2020). No todo el estrés es malo: diferencias entre “distrés” y “eustrés”. Alma,Croazón, Vida:  El Confidencial. https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2020-01-29/estres-ansiedad-gestion-control-bra_2430831/

Guzmán, R.E. (2011). Trastorno por somatización: Su abordaje en Atención Primaria. Revista Clínica de Medicina de Familia, 4(3), 234-243.

Moreno, A. (2012). Terapias Cognitivo-Conductuales de tercera Generación (TTG): La atención plena/Mindfulness. Revista Internacional de Psicología. 12(1).

Pascual, P y Cerecedo, M.J. (2015). Somatización o síntomas somáticos y trastornos relacionados. AMF (Actualización en Medicina de Familia), 11(5), 281-286.