El amor es ciego.
Una expresión cotidiana que todos hemos oído en innumerables ocasiones. Lo entendemos como un hecho que explica que la persona enamorada no es capaz de ver más allá de lo que quiere ver. Pero ¿sabemos lo que esto significa? Hablaríamos pues, de la idealización de la otra persona, de no poder ver nada que no encaje con nuestro pensamiento o incluso con nuestro deseo. Pero ¿qué ocurre cuando ese ideal es llevado al extremo? ¿Es posible que haya personas que tiendan a idealizar a sus parejas de un modo excesivo?
Por otro lado, sabemos que todo acaba cayendo por su propio peso. Otra expresión popular que, en este caso, expresaría que esa idealización de la otra persona no va a mantenerse para siempre. En otras palabras, que el amor no va a ser siempre ciego, sino que dejará de serlo tarde o temprano. ¿Y qué ocurrirá cuando esto suceda? Y en el caso de una idealización extrema ¿cómo se presenta esta caída del ideal?
La historia mitológica de Brunilda nos permite ejemplificar lo que ocurre en diversas relaciones, cuando la idealización se convierte en el foco central de la relación.
Quién era Brunilda y qué le ocurrió con Sigfrido
La historia de Brunilda proviene de la mitología nórdica. Brunilda era una valquiria, un ser mitológico que se situaba entre los vivos y los muertos. Las valquirias eran consideradas semidiosas siendo el nexo de unión entre Odín, el dios de la guerra, y los héroes muertos en la batalla.
Eran vírgenes guerreras con un poder y una belleza imponentes que, tras las órdenes de Odín, escogían a aquellos héroes que hubieran combatido de forma extraordinaria, para librarlos de la muerte y llevarlos al Valhalla. Allí entrarían a formar parte de la élite de Odín para luchar finalmente en el Ragnarok.
Brunilda destacó por su desobediencia a Odín, matando a uno de sus mejores guerreros sin su bendición. Ante esto, Odín desterró a Brunilda induciéndola en un sueño profundo en el que se encontraba presa en un castillo en llamas custodiado por un dragón. Solo un hombre capaz de vencer todas esas pruebas podría salvarla de la maldición, besándola finalmente para despertarla.
Sigfrido acudió en su rescate y logró vencer al dragón con la espada de Odín, la capa mágica de invisibilidad y un anillo capaz de proporcionarle gran poder sobre el mundo. Asimismo, el anillo le proporcionaba también el poder para adaptar la forma de su cuerpo a sus mayores deseos.
Las valquirias solo podían ser conquistadas por aquel hombre que lograra vencerlas en infinitas pruebas físicas. Sigfrido, dotado con el poder de las armas de Odín, logró superar todas esas pruebas y antes de besar a Brunilda, con el poder del anillo transformó su imagen en la forma de Gunther. Ante su hazaña, Brunilda aceptó casarse con Gunther, pues era un hombre capaz de enfrentarse a los mayores desafíos ocurridos. Sin embargo, al descubrir el engaño se sintió gravemente humillada y exigió a Odín la muerte de Sigfrido.
Esta historia, nos permite ver el encuentro con la realidad de una relación que no era como parecía y las graves consecuencias de un desengaño como tal.
El enamoramiento y la idealización que lo acompaña
Durante las primeras fases de una relación amorosa, el enamoramiento nubla parcialmente nuestro juicio, focalizando nuestra atención en las cosas positivas que tiene la otra persona. Es un momento en el que fácilmente sobrevaloramos a la persona que tenemos al lado y a nuestra relación con ella. Sobrevaloramos porque, en mayor o en menor grado, proyectamos todas aquellas ilusiones, esperanzas y sueños que teníamos, en la otra persona y en la relación que nos une a esta. Relación que además esperamos que sea eterna y perfecta.
El enamoramiento es un claro ejemplo de una etapa en la que la idealización está muy presente. Sin embargo, que la idealización que hagamos de la otra persona vaya a ser perjudicial o no, dependerá de la intensidad de nuestras emociones y de la capacidad para ir descubriendo y aceptando los defectos de la otra persona.
Si llevamos la idealización al extremo, veremos en la otra persona la viva imagen de un ser capaz de dar respuesta a todos nuestros deseos. Tomando esto como ejemplo, entendemos pues que nuestro ideal dependerá de conceptos como la identidad, el autoconcepto o los modelos de amor que hayamos interiorizado durante nuestra infancia.
Hablaríamos entonces, de posibles conflictos y anhelos infantiles que reaparecen en la vida adulta, empujándonos a buscar en la otra persona la respuesta a todos nuestros deseos. Es decir, la persona perfecta capaz de completarnos.
El complejo de Brunilda y sus características
En psicología cuando hablamos de complejo, nos referimos a un conjunto de pensamientos y emociones inconscientes, que condicionan nuestra personalidad y nuestra forma de relacionarnos. Concretamente, estos pensamientos y emociones provienen de experiencias vividas durante el periodo de la infancia, formando la base sobre la cual desarrollaremos nuestra personalidad.
En este caso, el complejo de Brunilda hace referencia a una tendencia inconsciente a idealizar a la pareja hasta puntos desmesurados. Generalmente, se suele dar en mujeres que ven en el hombre la figura del “superhombre” o “superhéroe”. Más comúnmente, el ser amado representaría a ese príncipe azul capaz de ofrecerle la felicidad y el amor incondicional y eterno.
La idealización llevada a ese extremo, hace que la persona amada se convierta en el eje principal de los deseos, ilusiones y expectativas de la otra persona. Además, su perfección produce que la persona con el complejo de Brunilda se vuelque por completo en la relación, dejando de lado otras de sus prioridades.
Pasado un tiempo, la idealización empezará a caer al comprobar que la persona amada no es tan perfecta como se esperaba, convirtiéndose así en la figura del villano. Se comienza a desvalorizar a la persona con la misma rapidez con la que se había idealizado, provocando serios conflictos en la pareja.
Volviendo a la historia mitológica de Brunilda, queda claro que la idealización exagerada del ser amado se convierte en una completa desvalorización. Sin embargo, a diferencia de la historia, en el complejo de Brunilda no ha habido un engaño por parte de la otra persona, sino que es la misma persona que sufre el complejo, la que idealiza a la persona amada por un conflicto inconsciente.
Existen ciertas características que pueden influir en la tendencia a idealizar a una posible pareja.
– Baja autoestima a puede provocar que valoremos en exceso a los demás, por tener aquello que creemos que a nosotros nos falta.
– Perfeccionismo y extremismo a si valoramos todo en función de extremos, es más fácil que la dicotomía se centre en si la otra persona es perfecta o imperfecta.
– Deseos infantiles a conflictos en la infancia que influyan en nuestra manera de concebir el amor y el cariño, buscando en la otra persona la respuesta a todas nuestras demandas.
– Dependencia emocional a cuando nos relacionamos de una manera dependiente con la otra persona, es más fácil que idealicemos para no ver aquello que perjudicaría nuestra relación.
Idealización vs desidealización
El complejo de Brunilda marca una clara dicotomía entre la idealización y la desidealización. Cómo un sentimiento puede pasar de un lado al otro del extremo, sin haber un término medio. Para entenderlo veamos todo aquello que se pone en juego cuando idealizamos a la otra persona.
Cuando conocemos a una persona y vemos que tiene varias de las condiciones o características que nos gustan, la emoción y la ilusión nos incitan a hacer suposiciones sobre otras de sus cualidades. Cualidades que esperamos que tengan, pero que no sabemos porque aún no hay un conocimiento íntimo de la otra persona, cosa que nos permite imaginar y fantasear con mayor facilidad.
Estas primeras etapas de la relación se tiñen de novedad, pasión y descubrimiento de la otra persona, para dar pie a una posible relación estable. Tiempo después, esta relación va adquiriendo mayor profundidad, intimidad y compromiso. Y justamente, va a ser este mayor conocimiento de la otra persona, el que nos va a permitir comprobar si se cumplen nuestras expectativas.
Cuantas más expectativas hayamos puesto en la otra persona, mayor será la decepción si estas no se cumplen, ya que la realidad difícilmente supera al ideal. Por lo tanto, llegado el momento tendremos que sopesar si la realidad nos compensa o si, por el contrario, ya no queremos estar con la otra persona.
Entender que alguien en quien habíamos depositado tantas expectativas, no es como esperábamos, puede producir un sentimiento de frustración extrema caracterizado por rabia, sentimiento de pérdida de ese ideal que teníamos, tristeza y culpa. De igual modo, la otra persona puede encarnar la decepción y la traición para nosotros.
Cómo construir una posición sana en las relaciones de pareja
La historia de Brunilda tiene un final mucho más trágico que lo que suele ocurrir en realidad con las personas que sufren este complejo. Aun así, el sentimiento de traición, decepción y frustración que acompaña a la desidealización de la persona amada, puede tener serias consecuencias para ambos miembros de la pareja.
Es importante buscar ayuda psicológica para encontrar aquellos complejos inconscientes que nos empujan a tener relaciones idealizadas e irreales. Relaciones que muchas veces, forman parte de un círculo vicioso de relaciones perjudiciales que acabarán dañando aún más nuestra autoestima y nuestro autoconcepto.
El psicólogo nos ayudará a localizar aquellos pensamientos o creencias erróneas que nos instigan a buscar en la otra persona la perfección absoluta. Además, de aquellas creencias sobre el amor y la necesidad de sentirnos completos sólo si hay alguien que nos complemente.
Trabajar en nuestra autoestima y en el entendimiento de las relaciones emocionales sanas y saludables, será una prioridad de la psicoterapia. Entender que una relación entre dos personas se sustenta a través el diálogo, la libertad de ser uno mismo y el respeto por dejar ser a la otra persona. Nos referimos a una relación sana, como aquella que establece un vínculo sólido entre dos personas, en el que se entienden los defectos y se valorizan las virtudes.
En el centro de psicología sanitaria Canvis de Barcelona, además de trabajar en la intervención psicológica comentada, creemos que es igual de importante el trabajo en pareja. Trabajo en el que podremos profundizar también,en aquellos momentos en los que el encuentro con la realidad de un ideal provoque conflictos internos en la relación de pareja.
Igualmente, en el centro Canvis es posible trabajar en forma de talleres grupales la autoestima en las relaciones saludables.
Psicóloga Lidia Blanch Àguila
Psicóloga colegiada número 27555
Grado en Psicología (UniversitatAutònoma de Barcelona)
Posgrado en Psicoanálisis aplicado a la actuación clínica (Universitat de Barcelona)
Máster Interuniversitario en Psicología de la Educación MIPE (UB, UAB, URL, UdG)